"... Llamada tras llamada.... y bla, bla, bla, bla, blaaaaa!!!"
Así es... y lo sabemos desde la infancia, épocas aquellas en las que una joven y flaca Hola Yola con boina y pantalón campana nos lo cantaba sosteniendo un pesado auricular negro, de esos que hoy se encuentran en tiendas de antigüedades.
Actualmente, en pleno siglo XXI, el teléfono es más que una necesidad, una adicción; un anexo de nuestro ser que puede hacernos regresar varias cuadras a casa sólo para recogerlo; pues sin el celular, nos sentimos incompletos, más aún si nos encontramos en esos momentos o días de la vida en que como Alejandra Guzmán queremos gritar “Llama por favor!!! Soy un cero a la izquierda....”
Es en ese estado como – contra todo pronóstico - casi encontré a mi querida amiga Shola este fin de semana en nuestra incursión por Dalmacia.
Ni bien entramos, volteé porque sentí unos ojos sobre mí. Era un hombre alto, bastante guapo que por un momento me pareció el doctorcito de la costa verde, lo que obviamente casi me sube la presión al punto del desmayo! Volví a mirarlo para cerciorarme que no sea y él estaba nuevamente mirándome. Me vino el alma al cuerpo cuando confirmé que era otra persona y por el alimento a mi ego que significaba su insistente mirada. Pedí mi Blue Margarita y, dándole la espalda, me dispuse a escuchar la nueva historia de mi amiga Shola:
Hace un par de semanas conoció a un hindú que estuvo llamándola, escribiéndole y chateando con ella hasta que finalmente el viernes salieron a tomar un vino en La Bodega de Chacarilla. El hombre, más joven que ella (cosa que no puede importarle menos) es lo que nosotras llamamos un “brainy” de esos inteligentes, con carreras brillantes, maestrías, phd´s, es decir, todo un afrodisiaco!
Pasaron tres horas conversando hasta que finalmente se despidieron y calabaza-calabaza-cada-uno-a-su-casa. En eso el teléfono de ella suena en una de sus modernas versiones: el mensaje de texto. “Me encantaría que vinieras a mi departamento” proponía el hindú. La respuesta de Shola no se hizo esperar y en resumen fue: “Te equivocaste”. “Conéctate al messenger” replicó él; y así fue como “chatísticamente” él le confesó que ella le gustaba y ella le preguntaba por qué se lo decía por messenger si habían pasado tres horas juntos frente a frente. La conversación continuó hasta que se despidieron, apagaron las computadoras y luego continuaron por la versión más portátil: mensajitos de texto por el celular. Toda una necesidad hoy en día ven?
Eso fue todo y según Shola eso será todo. Todo el sábado y todo el domingo el hindú se evaporó para partir a la India este lunes. Entonces, la pregunta era lógica! Cómo se hubiera sentido luego de la noche en el departamento del hindú si sin que nada pase vivió pegada al celular esperando una llamada o un mensaje de texto todo el fin de semana? La llamada o mensaje que guarde coherencia entre la palabra y los actos.
En medio de su narración, Shola me hizo voltear para que vea cómo el que alimentó mi ego tomaba y besaba la mano de la fémina a su lado. Mi comentario inmediato, luego de la historia que acababa de escuchar fue: “Vamos a ver si la llama mañana”! y las estruendosas carcajadas estallaron.
Entonces, la pregunta de rigor es: Existe un timing? Cuál es el perfecto? “La visita al departamento” nos asegura tenerlos al lado?
Tengo amigas convencidas en que hacerlo es sinónimo de atrapar, ligar o enganchar, pero tal vez exponiéndose que ni bien otra camine al lado del hombre éste voltee insistentemente a mirarla. Así, no me interesa.
Esta situación de incertidumbre no sólo es cuando nosotras suponemos que nos llamarán sino también cuando ellos lo dicen!!! Situación brillantemente ilustrada en este chiste de las Superadas de Maitena al final de este post.
Y así sucede. Entre otra ronda de vodka, blue margarita, tortilla española de patatas y pulpo gratinado, nos pasamos varias horas tratando de entender la psiquis masculina y sus ganas de enredar todo: diciendo que harán lo que no piensan hacer o actuando de manera diferente a lo que piensan o sienten. Y ellos nos llaman complicadas a nosotras!
Mi teoría de la evolución se confirma en este aspecto también. Ellos siguen en su rol de las cavernas: son nómades, errantes, esparciendo sus semillas por la ruta. Nosotras, en cambio, hemos evolucionado y – aunque no llevemos una vida sedentaria entre el trabajo, la casa, los hijos y la reconstrucción sentimental - optamos por echar raíces, formar hogares y tener estabilidad.
Esa es la diferencia! El instinto de anidación de la mujer y el errante del hombre. Somos diferentes y siempre lo seremos; y supongo que no nos queda nada más que aceptarlo o resignarnos a ello. Debemos dejar de buscar respuestas de formas y momentos; y como decía mi amiga la China, debemos “play it by ear” y tomar el resultado como una lotería. Si la ganamos, bien por nosotras, y si perdemos deberemos cargar en el hombro nuestras propias equivocaciones. Sin embargo, algo saludable de recordar siempre es, que después de visitar el departamento, el silencio del telefonito es aún más doloroso.
Actualmente, en pleno siglo XXI, el teléfono es más que una necesidad, una adicción; un anexo de nuestro ser que puede hacernos regresar varias cuadras a casa sólo para recogerlo; pues sin el celular, nos sentimos incompletos, más aún si nos encontramos en esos momentos o días de la vida en que como Alejandra Guzmán queremos gritar “Llama por favor!!! Soy un cero a la izquierda....”
Es en ese estado como – contra todo pronóstico - casi encontré a mi querida amiga Shola este fin de semana en nuestra incursión por Dalmacia.
Ni bien entramos, volteé porque sentí unos ojos sobre mí. Era un hombre alto, bastante guapo que por un momento me pareció el doctorcito de la costa verde, lo que obviamente casi me sube la presión al punto del desmayo! Volví a mirarlo para cerciorarme que no sea y él estaba nuevamente mirándome. Me vino el alma al cuerpo cuando confirmé que era otra persona y por el alimento a mi ego que significaba su insistente mirada. Pedí mi Blue Margarita y, dándole la espalda, me dispuse a escuchar la nueva historia de mi amiga Shola:
Hace un par de semanas conoció a un hindú que estuvo llamándola, escribiéndole y chateando con ella hasta que finalmente el viernes salieron a tomar un vino en La Bodega de Chacarilla. El hombre, más joven que ella (cosa que no puede importarle menos) es lo que nosotras llamamos un “brainy” de esos inteligentes, con carreras brillantes, maestrías, phd´s, es decir, todo un afrodisiaco!
Pasaron tres horas conversando hasta que finalmente se despidieron y calabaza-calabaza-cada-uno-a-su-casa. En eso el teléfono de ella suena en una de sus modernas versiones: el mensaje de texto. “Me encantaría que vinieras a mi departamento” proponía el hindú. La respuesta de Shola no se hizo esperar y en resumen fue: “Te equivocaste”. “Conéctate al messenger” replicó él; y así fue como “chatísticamente” él le confesó que ella le gustaba y ella le preguntaba por qué se lo decía por messenger si habían pasado tres horas juntos frente a frente. La conversación continuó hasta que se despidieron, apagaron las computadoras y luego continuaron por la versión más portátil: mensajitos de texto por el celular. Toda una necesidad hoy en día ven?
Eso fue todo y según Shola eso será todo. Todo el sábado y todo el domingo el hindú se evaporó para partir a la India este lunes. Entonces, la pregunta era lógica! Cómo se hubiera sentido luego de la noche en el departamento del hindú si sin que nada pase vivió pegada al celular esperando una llamada o un mensaje de texto todo el fin de semana? La llamada o mensaje que guarde coherencia entre la palabra y los actos.
En medio de su narración, Shola me hizo voltear para que vea cómo el que alimentó mi ego tomaba y besaba la mano de la fémina a su lado. Mi comentario inmediato, luego de la historia que acababa de escuchar fue: “Vamos a ver si la llama mañana”! y las estruendosas carcajadas estallaron.
Entonces, la pregunta de rigor es: Existe un timing? Cuál es el perfecto? “La visita al departamento” nos asegura tenerlos al lado?
Tengo amigas convencidas en que hacerlo es sinónimo de atrapar, ligar o enganchar, pero tal vez exponiéndose que ni bien otra camine al lado del hombre éste voltee insistentemente a mirarla. Así, no me interesa.
Esta situación de incertidumbre no sólo es cuando nosotras suponemos que nos llamarán sino también cuando ellos lo dicen!!! Situación brillantemente ilustrada en este chiste de las Superadas de Maitena al final de este post.
Y así sucede. Entre otra ronda de vodka, blue margarita, tortilla española de patatas y pulpo gratinado, nos pasamos varias horas tratando de entender la psiquis masculina y sus ganas de enredar todo: diciendo que harán lo que no piensan hacer o actuando de manera diferente a lo que piensan o sienten. Y ellos nos llaman complicadas a nosotras!
Mi teoría de la evolución se confirma en este aspecto también. Ellos siguen en su rol de las cavernas: son nómades, errantes, esparciendo sus semillas por la ruta. Nosotras, en cambio, hemos evolucionado y – aunque no llevemos una vida sedentaria entre el trabajo, la casa, los hijos y la reconstrucción sentimental - optamos por echar raíces, formar hogares y tener estabilidad.
Esa es la diferencia! El instinto de anidación de la mujer y el errante del hombre. Somos diferentes y siempre lo seremos; y supongo que no nos queda nada más que aceptarlo o resignarnos a ello. Debemos dejar de buscar respuestas de formas y momentos; y como decía mi amiga la China, debemos “play it by ear” y tomar el resultado como una lotería. Si la ganamos, bien por nosotras, y si perdemos deberemos cargar en el hombro nuestras propias equivocaciones. Sin embargo, algo saludable de recordar siempre es, que después de visitar el departamento, el silencio del telefonito es aún más doloroso.