domingo, 23 de setiembre de 2007

Los hombres también lloran!

Si creen que el título les suena familiar es porque lo saqué de esa famosa novela donde Verónica Castro se convirtió en diva. La versión original es "Los ricos también lloran", por dejar traslucir que el dinero no da felicidad. Mi título es porque - contra todo pronóstico y paradigmas que tengamos sobre los hombres - ellos no son como el hombre de lata del Mago de Oz que tenía el pecho vacío, osea carente de corazón. Aunque sea bien al fondo, bien escondido y aunque sea chiquitititito, tienen su corazoncito que los hace sufrir de amor y por qué no, de soledad.

Nos fuimos pues Shola y yo una noche, una vez más, a Cala. El verdadero motivo era celebrar con unos Blue Margaritas mi ya pasado y no celebrado cumple.

La barra estaba llena cuando llegamos pero me pareció divisar al fondo un lugar libre. No sólo me llamó la atención el espacio sino - debo confesar - un hombre guapo con casaca de cuero marrón que definitivamente era un lunar en toda esa población "Calense".

Como en realidad buscaba un lugar donde sentarnos, sin ningún reparo caminé hacia donde estaban ellos (el guapo venía con amigo incluido), para darme con la ingrata noticia que era el pedazo de barra que se levanta para que los mozos circulen y no tenía bancos.

De cerca me pareció más guapo aún pero Shola encendió las luces rojas y sirenas de alerta de inmediato. Era el esposo (tal vez ya ex ¿?) de una amiga de su promoción del colegio, así que lo conocía y me brindó el CV más preciso que podía siquiera esperar. Resulta que no era sólo guapo y casado, sino con toda, repito, to-da la plata de Lima.

Estuvimas paradas un rato y ellos tomaron la mesa frente a nosotros. Yo quería sentarme y finalmente conseguimos la mesa al lado de ellos. Nuestro plan era - como todos saben - de estudio e investigación de campo, así que el mío sin querer consistió en enterarme de las penas de amor del guapo y su amigo.

Ellos definitivamente estaban en otra! Ni nos miraban, ni nos hablaban, tal vez algún choque de sillas fue el máximo contacto con ellos; estaban concentradísimos y sumergidos en sus copas y tristezas. Eran el típico caso de amigos desahogando las penas en un bar. El amigo le contaba lo enamoradísimo que estaba de la fulanita, de lo dolido que estaba, y bla, bla, bla.... entre la bulla del lugar y que no quería espiar su conversación privada sólo pude captar su "dolor", el cual era totalmente soportado por el guapo amigo quien lo escuchaba ventilar sus más profundos sentimientos y por cierto de cuando en cuando, soltaba también algunas perlas de sufrimiento.

No todo esa noche fue dolor y pena sin embargo. También fuimos rondadas por un sujeto que pasó frente a nosotras una decena de veces, sosteniendo su trago en la mano, mirándonos abiertamente y esbozando una sonrisa de lo más lorna por no decir estúpida.

Shola y sobre todo yo estaba impresionada de lo "nerd" de su actuar. Yo prácticamente no podía contener la risa de lo patético que lucía rondándonos, mirándonos y riéndose como a solas. Una vez más estoy convencida que quien escriba un "Manual de abordaje para dummies" se hará millonario. Es realmente tan difícil tener el mínimo de aplomo o seguridad para acercarse y decir "Hola"?

El tercer protagonismo se lo llevaron una rubia que esperábamos se vaya desde que llegamos para tomar su sitio en la barra y un fulano que deambulaba por ahí solo. Primero saludó a unas al lado de la rubia y luego de buenas a primeras ya conversaba con ella para luego abrazarla y hasta tirársele encima y estamparle un beso.

Entre la catarsis de al lado, el nerd y la rubia y su galán se pasaron las horas hasta que decidimos irnos. Cuando me paré nuestro vecino, el amigo del guapo, se recostó sobre su silla, mirando hacia atrás donde yo estaba poniéndome el abrigo y me preguntó (se dignó a...) "ya te vas?" Lo miré, miré al guapo que estaba sentado frente a mí y contesté un simple "Si" y como en la canción de Luis Miguél "pegué la media vuelta" y comencé a caminar hacia la puerta. El nerd seguía ahí parado frente a nuestra mesa y cuando pasé a su lado osó decirme "chau" mientras yo caminaba sin siquiera voltear a mirarlo.

Bien dice el dicho: "No llores por no haber visto el sol porque tus lágrimas no te dejarán ver las estrellas". Me dí cuenta esa noche que tanto hombres como mujeres nos cegamos y nos dejamos imbuir en los problemas y pesares que perdemos oportunidades, no necesariamente de amor, sino de amistad, de trabajo, de buenos momentos, de alegrías y de risas.

Es igual que la soledad, nos aterra tanto que vivimos obsesionados con la búsqueda de la media naranja, que muchas veces está o pasa a nuestro lado y sin darnos cuenta de ello, la dejamos partir.

No sólo las mujeres no queremos terminar solas. Los hombres también lloran por la soledad, lo que pasa es que no todos son capaces de decirlo abiertamente como mi amigo Mr. Volvo (Ver: "Mi Galán ya tiene Novia" - ago 2007), con quien luego de varios meses compartimos una larga y amena charla donde descubrì que su novia no era novia y que su búsqueda continuaba.